Ya está aquí el festival Musika-Música, fiel a su filosofía: una fiesta cultural con afán didáctico y vocación de transmitir la pasión por esta disciplina artística.
La edición de este año se centra en cuatro compositores que cubren en total más de 125 años: desde el primer Romanticismo de Schubert al crepuscular de Richard Strauss, cuya obra está escrita ya casi en su totalidad en un tiempo en el que otras corrientes dominaban el ámbito creativo. La selección de piezas es necesariamente desigual. Digo necesariamente porque Wagner es, sobre todo, un compositor de óperas y dada la mecánica habitual del festival, con conciertos de 45 minutos, y su presupuesto, sería impensable la representación de uno de sus títulos completo. Así que en su caso la programación se limita a incluir algunos ciclos de canciones y preludios y oberturas de sus óperas más célebres. Con Strauss pasa algo parecido pero en menor medida. Es en Schubert y en Mendelssohn donde las obras que podrán escucharse representan más fielmente la totalidad de su catálogo. Pero repito que eso se debe a las propias características del ciclo.
Este año hay cambios en cuanto a aspectos organizativos pero no afectan a la esencia. Es bueno ir probando cosas, comprobar si algunas fórmulas nuevas dan mejor resultado y si el público queda más satisfecho. El espíritu del festival se mantiene y eso es lo verdaderamente importante. Entren en esa tempestad –una imagen muy querida a los románticos– de música en que se va a convertir el Euskalduna este fin de seman. Durante unas horas serán más felices. Se lo aseguro.