Un joven de origen inglés y español hereda una casona en Suances y decide convertirla en un hotelito y trasladar su residencia desde Gran Bretaña hasta esa localidad cántabra donde pasó algunos veranos de su infancia. Justo cuando está llegando a su nuevo hogar, los trabajadores que realizan las obras de acondicionamiento le informan de la aparición del cadáver de un recién nacido que se encontraba emparedado, literalmente, en el edificio. A partir de ahí se desencadena una serie de crímenes que debe investigar la Guardia Civil, con la colaboración, no siempre bien aceptada, del joven en cuya casa se halló el primer cadáver.

Esta es la premisa argumental de Puerto escondido de María Oruña, una abogada gallega que ya publicó una novela hace un par de décadas y que con este libro regresa al mundo de la ficción. Hay en este volumen un aire que recuerda a Dolores Redondo por la ambientación y por la intrincada trama familiar –detalle adicional, que no es en absoluto casual: la investigadora de la Guardia Civil encargada del caso se apellida Redondo–, y también a José María Guelbenzu en su serie de la juez Mariana de Marco, con esos personajes ricos y amorales que pueblan sus investigaciones.

La acción se desarrolla en dos historias paralelas: por un lado, la marcha de las investigaciones; por el otro, el relato en forma de diario de la vida de una muchacha en la dura postguerra, que se une con la historia actual porque ella es una de las protagonistas de la trama en presente. Y no se puede revelar más para no desvelar el misterio oculto en el libro. Oruña construye bien la trama y mantiene la tensión, que es lo que suele pedir la mayoría de los lectores del género.

(Publicado en elcorreo.com)