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César Coca

Divergencias

Un libro cada semana: 'Alex' de Pierre Lemaitre

Nueva entrega de la serie policial del comandante Verhoeven, ese peculiar policía que no llega al metro y medio de estatura y cuya vida feliz quedó destrozada en la anterior entrega: Irène. Aquí han pasado algunos años y Verhoeven debe asumir un caso extraño porque el detective a quien le correspondería está fuera de servicio durante unos días. Se trata de investigar el secuestro de una joven a quien nadie parece conocer ni cuya desaparición nadie denuncia. Solo hay un testigo que ha visto a un hombre introducir a la mujer con gran violencia en una furgoneta y luego abandonar la escena con rapidez.

La mujer, en efecto, está secuestrada. Y torturada. Pero eso es solo el principio de una novela con tres partes perfectamente diferenciadas. En la primera, se trata de investigar un secuestro. En la segunda, una serie de crímenes de singular crueldad. La tercera es la búsqueda de la clave de todo ello. Tres historias que son una sola, al estilo de Vértigo, la gran película de Hitchcock, que parece terminar al cabo de una hora y en realidad solo da paso a una segunda parte que se deriva de la primera.

Pierre Lemaitre se hizo famoso en España con Nos vemos allá arriba, la novela con la que ganó el Goncourt. Pero en Francia ya era muy célebre por sus novelas policiales, entre las que destaca esta serie del comisario Verhoeven. Aquí mantiene su estilo: un relato directo, liberado de cualquier elemento que no esté relacionado con la historia central que se narra; una mirada sin piedad ni prejuicios porque el narrador apenas adjetiva ni somete los hechos a consideraciones morales. Cuando debe describir la tortura a la que la protagonista es sometida, en la primera parte del texto, lo hace con la precisión y la frialdad profesional de un notario; cuando ha de describir la persecución policial, no se deja llevar por la desesperación de los policías, que en esta novela llegan tarde con demasiada frecuencia.

Los lectores deberían hacer lo mismo: no apiadarse demasiado de Alex. Ni de Verhoeven.

(Publicado en elcorreo.com)