Biber es un músico ampliamente interpretado en Centroeuropa pero muy poco por aquí. Compuso en la parte central del barroco y eso significa que sus últimos años coincidieron con el momento de la aparición en escena de la generación de los Bach, Vivaldi, Telemann y algunos más. Y competir contra ellos era muy difícil.
La suya es una obra técnicamente compleja. Dos de sus partituras parecen escritas a propósito para ponérselo muy difícil a los intérpretes: su Misa a 53 voces es un trabajo insólito para su tiempo. Y las Sonatas del Misterio, llamadas también del Rosario (están relacionadas con ese oficio religioso), son quince piezas más un pasacalle en las que la afinación del violín cambia en cada una. Incluso en una de ellas el instrumento lleva dos cuerdas cambiadas de sitio. Cuestiones técnicas al margen, es una colección de enorme belleza de la que la violinista ibicencia Lina Tur Bonet acaba de publicar su propia versión. Mañana encontrarán en Territorios un reportaje sobre la obra y su intérprete, pero para este fin de semana les adelanto un fragmento de la misma. Verán qué belleza.