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César Coca

Divergencias

Sucedáneos en la cultura

Hablaba ayer con Fernando Valls, dueño y señor de La nave de los locos, de la cultura y los sucedáneos. A ambos nos llama la atención y nos preocupa una cosa: que en el ámbito de la cultura nos hemos acostumbrado a ellos.

Nos llama la atención porque vivimos en un tiempo en que lo natural, lo auténtico, la versión original de todo, tiene un enorme prestigio. Seguramente, más del que merecen, pero esa es otra cuestión. En el campo de la cultura, se reclaman cada vez más películas en versión original. El doblaje nos priva de escuchar las voces de los actores y sus matices interpretativos, se argumenta y con razón. Las grabaciones de música, lo mismo en CD que en DVD, recogen un número creciente de actuaciones en vivo, mucho más auténticas que las pasadas por el estudio y la mesa de mezclas, y efectivamente es así aunque no es exactamente en vivo todo lo que de esa manera se presenta. Y algo parecido sucede con otras disciplinas artísticas.
Pues bien, en ese contexto, la paradoja enorme reside en que el consumo de subproductos culturales no para de crecer. Y, qué quieren que les diga, no es lo mismo. Comentaba hace unos días a un grupo de jóvenes que cuando se ve Doctor Zhivago proyectada en una pantalla de quince metros el frío de las escenas de la pareja protagonista en Barikino alcanza a los espectadores. La batalla en el abismo de Helm (El señor de los Anillos) en esa misma enorme pantalla es sobrecogedora. Cuando esas imágenes se ven en una tableta o un móvil, resultan ridículas o incomprensibles.
Algo similar sucede cuando se contempla un vídeo de una actuación musical (o la reproducción de un disco) que alguien ha colgado en youtube. La diferencia entre escuchar un CD en un buen equipo, con altavoces de caja de madera, o hacerlo a través de un ordenador, es como rebajar la experiencia desde lo sublime hasta lo vulgar. Y qué decirles de esos libros pirateados en los que la división en párrafos es irregular o hay saltos de línea. Podríamos seguir.
¿Por qué aceptamos experiencias culturales de muy baja calidad como buenas? A veces creo que eso forma parte del mismo autoengaño que hace que alguien que se informa de lo que sucede en el mundo a través de mensajes de menos de 140 caracteres considere que ya tiene todas las claves.
Podríamos pensar que es solo por una cuestión económica, pero creo que no es así, al menos en una proporción notable de casos. Hay quien ha visto Doctor Zhivago o una ópera en un móvil y está sinceramente convencido de que ha penetrado en esas obras, que las ha disfrutado en toda su magnitud. Lo que viene a ser como consumir uno de aquellos viejos caramelos envueltos en un celofán con el dibujo de una copa de cóctel y creer que es lo mismo que tomarse un cubalibre. Solo que eso no lo piensa nadie.