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César Coca

Divergencias

Un libro cada semana: 'Demonios familiares' de Ana María Matute

Ana María Matute dejó una novela sin terminar. Es esta. La suerte es que la autora barcelonesa corregía el texto con todo detalle a medida que avanzaba, de forma que el original estaba prácticamente listo para publicar… salvo que no no había sido acabado.

¿Tiene importancia ese no-final? A la vista del resultado, no. Aunque sea involuntario, parece uno de esos desenlaces abiertos que dejan a la imaginación del lector la resolución de algunos problemas y el futuro de un puñado de personajes. La trama es sencilla: Eva es una adolescente que, cuando la novela arranca, lleva un año en un convento, a la espera de convertirse en novicia. Su padre es un coronel veterano de la guerra de África que está impedido, en una silla de ruedas. Viven en una gran casa de un pueblo dominado por algunos caciques –su progenitor es uno de ellos– junto a la mujer que la crió tras la muerte de la madre en el parto y un criado-ayudante para todo.

La muchacha es rescatada del convento al inicio de la Guerra Civil. Para entonces ya había decidido que no se haría novicia y al regresar a casa no solo descubre la trinchera afectiva que se ha abierto entre unos vecinos y otros por razones políticas, sino que conocerá historias que sucedieron en su familia antes de que ella naciera y que condicionan su presente. Además de eso, hay una amiga con un problema grave y un muchacho herido al que deben esconder para evitar que caiga en manos enemigas.

Algunas constantes de la literatura de Matute están aquí muy presentes: ese estilo limpio, por momentos inocente, con el que narra; esa visión externa de la Guerra Civil que convierte el conflicto en algo mucho más profundo que una contienda militar; esa imagen no siempre optimista de los vínculos de sangre; esa integración tantas veces conflictiva de las mujeres en un mundo dominado por hombres…

En la edición de Demonios familiares hay un detalle que emocionará a los amantes de la literatura: son esas páginas que reproducen el original. Ahí está el texto mecanografiado por la autora y sus correcciones a mano. Leer esos párrafos, ver lo que escribió y cómo cambió algunas cosas, es casi como haber estado junto a Ana María Matute mientras trazaba la historia de Eva.

 

(Publicado en elcorreo.com)