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César Coca

Divergencias

El éxito eterno de la novela negra

«Pon un crimen en la primera página». Esa es una de las recomendaciones básicas para quien quiere escribir una novela con el afán de que alguien la lea. En las viejas escuelas de Periodismo se decía que había que poner el muerto en la primera línea, y debía entenderse lo de muerto en un sentido a veces metafórico: podía ser un muerto real, pero también una huelga, un acuerdo entre partidos, un decreto aprobado por el Gobierno o la sorpresiva llegada a nuestra ciudad de un cantante con millones de fans.

Estrictamente, una novela no tiene por qué entrar en el género negro porque tenga un crimen en su arranque, pero una de las características básicas de ese género precisamente es que haya un crimen muy pronto: en la primera página o como mucho en el primer capítulo. Algo que parece muy simple pero que no lo es, y que podría pensarse que termina cansando al lector. De eso nada. La novela negra no decae nunca. Antes lo contrario, en este momento tiene más tirón del que ha tenido jamás.
Por si las listas de libros más vendidos no fueran suficiente para probarlo, hay más indicios. Uno de ellos tendría por sí mismo suficiente fuerza probatoria: apenas hay casa editorial de una cierta relevancia que no tenga un sello especializado y eso sin contar con que los autores de mayor calidad son publicados generalmente fuera de ese circuito, marcando así una diferencia que en otros países no está tan clara. Incluso un sello tan literario como Salamandra prepara el lanzamiento de su serie Black para dentro de muy pocos días.
A la tradición anglosajona dentro del género, sin duda la más importante, se han ido añadiendo otras, con lo que se multiplica la oferta casi hasta el infinito: hay ya series de novelas negras escandinavas (incluso con especificidades nacionales, como esa corriente islandesa), griegas, chinas, francesa –por supuesto–, italiana… Vamos, como la ONU.
La novela histórica fue dueña de las listas de ventas durante dos décadas. Hoy parece agotada o al menos debilitada ante el nuevo empuje del género policial, que siempre está ahí, que parece no perder jamás el favor del público lector, del más veterano y el más joven. Lo más curioso del asunto es que también hubo una época dorada del cine negro y ahora escasea en las carteleras y no es una garantía para la taquilla. Quizá porque hay demasiadas series de TV que han venido a suplantar a ese cine de aroma clásico. ¿Tendrá también la novela negra su propia derivada?