Juan Gómez-Jurado se mueve con soltura lo mismo por los pasillos del Vaticano que en la Europa de entreguerras o la Sevilla del siglo XVI. Ahora, este joven escritor se traslada a EE UU para introducir al lector en una aventura frenética, como sucede en todas sus novelas.
El punto de partida es el siguiente: un siniestro y habilísimo personaje a sueldo de ciertos poderes ocultos secuestra a la hija de un neurocirujano pocos días antes de que este, en el mayor de los secretos, opere al presidente de EE UU. La intervención solo trata de prolongar la vida del mandatario porque su dolencia es muy grave y con toda probabilidad incurable. El protagonista, viudo desde poco tiempo antes, médico eminente criado por una familia adoptiva y con un complejo de culpa que no puede sacudirse en ningún momento, se ve sometido al peor de los chantajes: debe matar en el quirófano a su paciente si quiere volver a ver viva a la niña.
El neurocirujano combate con la ayuda de una sola persona contra un poderoso enemigo que lo espía de continuo y ha estudiado con detalle sus patrones de comportamiento. La novela es el relato de las pocas horas de las que dispone el protagonista hasta el momento de la intervención. Y, por supuesto, de su enorme dilema moral.
Gómez-Jurado es periodista de formación y sabe que lo último que puede permitirse cualquier escritor es aburrir al lector, así que lo coge por la solapa en la primera página y no lo suelta hasta el final. A lo largo de las casi 500 que tiene el libro, la acción transcurre a un ritmo velocísimo, con sorpresas que cambian el rumbo de la narración. El arranque de la historia puede sonar a ya visto a muchos lectores, pero el mérito principal del libro no está tanto en la originalidad del planteamiento como en la forma en que la trama evoluciona y en su capacidad para enganchar. Prepárense para una sucesión imparable de emociones.
(Publicado en elcorreo.com)