La Biblioteca de Bidebarrieta, en Bilbao, acogió ayer una presentación-homenaje. Presentación del libro El gran canciller y homenaje a su autor, el médico y novelista Antonio Villanueva Edo, que por unas pocas semanas no llegó a ver publicado su libro.
La bellísima sala de la Biblioteca estaba llena. Allí había médicos que conocieron a Villanueva en Basurto o Cruces, aficionados a la literatura, familiares y amigos. Estaba también la concejala Ibone Bengoetxea. Y en la mesa, hablando de sus libros y de su trayectoria vital y profesional, estaban Blanca Rosa Roca, su editora; y los médicos Juan Gondra y Jacinto Bátiz. El firmante de este blog ejerció de presentador, más o menos.
El acto fue una reunión entrañable de personas que querían reconocer la bonhomía del médico desaparecido y su pasión por contar historias. Su viuda y uno de sus hijos hablaron también de la documentación con la que preparaba sus relatos, de su afán por recorrer los lugares concretos donde transcurre la acción, de cómo empleó sus últimas fuerzas en escribir El gran canciller; una tarea que también tuvo algo, quizá mucho, de terapéutica.
Algún día deberíamos detenernos en por qué hay tantos médicos que se han dedicado a la literatura. Muchos más que ingenieros de minas, arquitectos o químicos, por decir profesiones equiparables. Quizá sea por su mayor conocimiento de las debilidades humanas, del dolor y la angustia. Puede que una consulta médica y un confesionario –y aquí cada vez menos, por razones obvias– sean los lugares en los que se cuentan las historias más profundas, donde se halla el material que, convenientemente tratado, se convierte en relatos de gran fuerza.
Pero eso será otro día. Esta vez solo quería contarles el homenaje a Antonio Villanueva Edo, cuya pasión por la Historia empezó por puro azar. Un día de 1974, cuando regresaba de Cruces después de una mala jornada en lo profesional, se detuvo junto a la puerta de la Universidad de Deusto, entró y preguntó qué carreras podían estudiarse en horario nocturno. Historia, le dijeron. Unos meses después estaba matriculado; años más tarde se doctoraba en esa disciplina y en 2000, ya jubilado, publicó su primera novela dentro del género histórico, en el que siempre se movió. El gran canciller es la cuarta.