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César Coca

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Mutis, García Márquez… y Mendelssohn

Bogotá. Año 1946. La Biblioteca Nacional ha abierto al público una sala de música en la que los usuarios del centro pueden solicitar por escrito que una empleada del mismo haga sonar una obra por la megafonía mientras unos y otros leen novelas, ensayos y periódicos. Un joven estudiante matriculado en la Facultad de Derecho con escaso aprovechamiento, que se gana la vida –mal, es preciso decirlo– escribiendo pequeñas notas para un periódico de la ciudad, llega cada día a esa sala en torno a las cuatro de la tarde. Se llama Gabriel García Márquez y dos décadas después asombrará al mundo con la publicación de una novela titulada Cien años de soledad pero en ese momento es un aprendiz de escritor y de melómano. Casi a la misma hora, varias veces por semana, aparece también por la sala otro joven, algo mayor, de aspecto distinguido y aire desenvuelto que invariablemente pide a la funcionaria una obra, siempre la misma: el Concierto para violín y orquesta de Mendelssohn.

El futuro Nobel contará mucho después que en esa sala compartió gustos musicales con otros jóvenes y que quedó tan sorprendido por esa petición reiterada que no paró hasta que consiguió que le presentaran al demandante: no era otro que el poeta Álvaro Mutis, que fue desde ese día y hasta su muerte, el pasado domingo, uno de sus amigos del alma y la persona que más alimentó su pasión desaforada por la música.

Mutis y García Márquez han mantenido durante más de sesenta años una de las amistades más profundas de la literatura hispanoamericana, pese a sus marcadas diferencias ideológicas. Mutis fue el primer lector de muchos manuscritos del Nobel. Este le dedicó El general en su laberinto porque tomó como punto de partida un cuento de aquel. Como ambos han vivido durante décadas en Ciudad de México, sus encuentros eran frecuentes. Mutis fue el primero que acudió a casa de García Márquez el día que la Academia Sueca le concedió el Nobel. Este le devolvió la visita de celebración cuando su amigo recibió el Cervantes.

Y todo surgió con Mendelssohn. La historia de aquellas tardes de música en la Biblioteca de Bogotá no está contada con grandes detalles, de forma que no se sabe a ciencia cierta cuál era la versión concreta que Mutis pedía a la empleada del centro. Pero se puede esbozar alguna teoría: el propio García Márquez escribió años más tarde que los tres violinistas más importantes de ese tiempo eran Yehudi Menuhin, Jascha Heifetz y Fritz Kreisler. Parece lógico que la Biblioteca formara su fondo discográfico con los grandes nombres de la interpretación y que fuera allí donde el Nobel colombiano los conociera.

Los tres citados habían grabado antes de esa fecha el concierto de Mendelssohn. Menuhin, en 1945, en una versión bajo la dirección de Antal Dorati, de la que se conserva una grabación en vídeo. Una interpretación muy rápida y menos intensa que la que grabó con Furtwängler diez años después, que es una de las mejores que se conocen. Jascha Heifetz lo había hecho en 1944, con la batuta de Arturo Toscanini. Cualquiera de las dos puede ser la que sonaba en la Biblioteca.

Sin embargo, parece más probable que fuera la de Kreisler, grabada en 1935 con sir Landon Ronald en el podio. Kreisler tenía 60 años cuando hizo esa grabación y estaba en la cima de su fama. Menuhin y Heifetz, en cambio, eran nombres con futuro pero por su edad no podían competir en prestigio con el primero. Ese disco de 1935, además, había tenido mucha proyección y se había impuesto en el mercado en los años anteriores, de manera que la hipótesis más realista es la de que esta grabación era la que estuvo en el origen de la amistad entre los dos escritores. Mutis, García Márquez y Mendelssohn. Y seguramente Kreisler.

(Publicado en elcorreo.com)

 

Les dejo aquí mismo la interpretación de Kreisler en el arranque del concierto.