El otoño ya está aquí y este fin de semana quiero proponerles un fragmento musical que me parece que resulta muy evocador justamente de esta época del año. Se trata del Concierto para violín y orquesta de Samuel Barber, más en concreto del segundo movimiento de esta partitura. Les invito a hacer un experimento: cierren los ojos mientras escuchan la música. Estoy seguro de que con muy poco esfuerzo podrán recordar o imaginar escenas del otoño en los bosques del noreste de EE UU, donde vivió el compositor. Árboles cuyas hojas están ya rojas o amarillas, en esas hermosas arboledas de Vermont, New Hampshire o Massachusetts que tantas veces hemos visto en las películas. Incluso en Central Park.
Barber escribió un catálogo no demasiado amplio, formado por una serie de obras de lenguaje neorromántico, lejos de las corrientes de vanguardia en las que se inscribieron muchos de sus contemporáneos. Su obra más célebre es el Adagio para cuerdas, pieza de una emoción contenida que fue utilizada muchas veces en los reportajes televisivos sobre el 11-S, hasta convertirse en una especie de homenaje musical a las víctimas. Este segundo movimiento del Concierto para violín tiene un aire similar, aunque menos dramático. Estoy seguro de que les va a gustar.
La versión es de la violinista Anne Akiko Meyers, que ha estado en Euskadi más de una vez.