Los terribles resultados del cine español en los últimos meses deben hacernos pensar. La caída de la facturación del sector editorial debe hacernos pensar. El descalabro de las ventas de música debe hacernos pensar. El menor número de entradas vendidas en los museos debe hacernos pensar. Nos estamos cargando la cultura. Mejor: se están cargando la cultura.
Lo hacen los sectarios que no leen a un autor o no ven sus películas –son solo dos ejemplos, se puede ampliar a las restantes disciplinas– porque no comulgan con sus ideas, y encima lo dicen a los cuatro vientos, tratando de que el resto de la población les siga en la estupidez. Los que consideran que un autor no tiene derecho a remuneración alguna por su trabajo y piratean todo lo pirateable y aún más. Y los gobiernos que, además de no facilitar la creación de una industria cultural solvente y reducir al mínimo -cuando no eliminar, directamente- las subvenciones, ponen palos en las ruedas subiendo el IVA. Logran así, entre otras cosas, la hazaña surrealista de que haya que pagar un 21% por acudir a una ópera de Haendel y solo un 4% si se trata de comprar el último libro con consejos de salud de esa experta llamada Mariló Montero.
La cultura agoniza y a los responsables de su promoción no parece importarle. Wert, mucho menos parlanchín que hace unos meses, apenas habla de otra cosa que no sea la educación y sus conflictos. Lasalle, que se supone que era el experto y que se mostró reticente a la subida del IVA, sigue ahí, en su puesto, como si tal cosa. Y en los gobiernos autonómicos, no busquen, porque no encontrarán.
Entre todos la mataron y ella sola se murió.