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César Coca

Divergencias

La importancia de que los políticos se impliquen en la cultura

Hace ya diez días que el alcalde de Bilbao fue nombrado mejor alcalde del mundo. Creo que los elogios han sido unánimes o casi, lo que revela el grado de popularidad de Azkuna. Al hilo de esa elección quiero comentar algo sobre su implicación en la promoción de la cultura y la de algunos otros alcaldes y políticos en general. Pocos, ciertamente.

Azkuna es visitante asiduo del Museo de Bellas Artes y el Guggenheim, acude con frecuencia a las funciones de la ABAO y los conciertos de la BOS, al Arriaga y a otros centros y manifestaciones culturales. Por supuesto, no es el único en Euskadi ni en otros lugares. Pero no nos engañemos: políticos así son minoría. Es mucho más fácil verlos en la tribuna del campo de fútbol, el frontón o la cancha de baloncesto. Hay políticos importantes a quienes nadie recuerda haber visto en un acto cultural, ni comprando un libro. Y eso es malo, muy malo. Los políticos tienen la misión de aprobar dotaciones presupuestarias y políticas que salvaguarden la cultura, pero también la de dar ejemplo: si ellos no van a los actos que subvencionan las instituciones, ¿qué pensarán los contribuyentes?

No es un problema de que les guste o no la música, la pintura o la literatura. Si les gusta, mejor, porque además eso supone que serán más cultos y seguramente más inteligentes. Pero si no les gusta, deberían ir también. El cargo obliga a muchas cosas. Por cierto, sucede con frecuencia algo que me llama poderosamente la atención: cuando una función de teatro, la ópera, un concierto o lo que sea están subvencionados por una entidad pública o esta es directamente la organizadora, hay siempre unas cuantas localidades que tiene reservadas. En teoría para que vayan sus altos cargos, o los responsables de esa área concreta. Pues bien, ¿saben ustedes cuántas veces esas localidades están vacías? Azkuna (como Gallardón, antes Maragall, Leguina, Vázquez y unos cuantos alcaldes y políticos más) hacen promoción de esos actos acudiendo. Los políticos que dejan vacíos esos asientos están despreciando aquello que patrocinan o subvencionan. Un pésimo ejemplo.