En sus muy interesantes memorias, Ben Bradlee da cuenta de algunas reuniones con John F. Kennedy, antes y después de llegar a la Casa Blanca. El director de The Washington Post (responsable último de la publicación de los reportajes del escándalo Watergate) habla de un presidente idealista, rodeado de glamour, a quien un tirador despachó en aquel desgraciado día de noviembre en Dallas. En aquellos años para los que no encuentro un calificativo lo suficientemente amplio y descriptivo, la alta Administración del país, es decir, la Presidencia y los cargos más próximos al presidente, eran conocidos como Camelot. En el despacho oval, lo mismo se llegaba el límite de la tensión con la URSS por los misiles de Cuba que se negociaban algunos asuntos de índole más carnal.
Las revelaciones de Mimi Alford en su libro de memorias refuerzan la imagen del presidente asesinado como un depredador sexual. Ya se había hablado mucho de sus abundantes conquistas (supongo que ser el hombre más poderoso del mundo ayuda lo suyo), terreno en el que no parece que sus problemas de salud le restaran posibilidades. Alford lo confirma punto por punto a partir de su propia experiencia.
No me cabe ninguna duda de que Kennedy delegaba muchas tareas en sus colaboradores, actitud que me parece inteligente cuando se está seguro de tener colaboradores de gran nivel. Lo digo porque la relación de las cosas que hizo en sus años de presidencia, sumada a sus apariciones continuas en público, el desarrollo de sus aficiones y lo que luego hemos ido sabiendo respecto de las mujeres, es tan impresionante que o bien no dormía o muchas tareas no las hacía él. En cualquier caso, Alford alimenta el morbo sobre un personaje que fue asesinado hace casi medio siglo. Hay aún algunos aspectos poco claros respecto de su muerte -y no me sumo a la teoría de la conspiración, simplemente digo que aún no poniendo en duda la versión oficial ésta tiene lagunas- pero cada vez se conocen más cosas de su muy agitada vida. ¿Quién dijo que las memorias solo son autojustificaciones? Las de los políticos lo son en casi todos los casos. En el resto, con frecuencia se encuentran episodios que dan mucho juego. Aunque solo sea para hablar de la intimidad de ciertos famosos.