El 24 de enero, hoy, se celebra la festividad de san Francisco de Sales, patrono de los periodistas. Una celebración tan gris, tan apagada desde hace muchos años, que la mayoría de los periodistas jóvenes de este país ni siquiera sabe ni quién es su patrono ni en qué día cae. Todo un símbolo de cómo está la profesión: desarbolada, a la deriva y con tantas vías de agua que no parece haber manos suficientes para achicarla.
Y sin embargo hoy no es el día para lamentaciones. Hoy no. Si hay que lamentarse, que sea mañana. Hoy es mejor hablar de una profesión (oficio si lo prefieren) hermosa e imprescindible. Hablo del periodismo y de los periodistas de verdad. No me refiero a los indocumentados cuyo currículo solo contiene apariciones en programas de telerrealidad o intercambio de fluidos con algún famosillo y que se hacen llamar periodistas para justificar su presencia en impresentables programas de TV. Hablo de la gente que se levanta cada mañana con el afán de contar lo que pasa a sus conciudadanos y hacerlo de la mejor manera posible: con fidelidad a los datos, sin fuegos artificiales, lejos de cualquier atisbo de prepotencia y sin olvidar que no son protagonistas de los hechos, sino narradores de los mismos.
Ya sé que me dirán que no hay demasiada relación entre una cosa y otra, pero me gustaría ver un indicio del interés por los periodistas y su trabajo en un hecho que creo que no es circunstancial: con solo 24 horas de diferencia, se han defendido en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) dos tesis doctorales sobre la infografía (esa forma tan espectacular de contar algunos hechos) en EL CORREO, la primera, y sobre la figura de los periodistas en el cine de Billy Wilder, esta misma mañana. Sus autores (enhorabuena, chicos) son Daniel García y Simón Peña, del departamento de Periodismo II. Durante muchos años, las tesis doctorales de este campo académico se han centrado en las empresas informativas, la tecnología y los medios digitales. Los periodistas y su trabajo parecían no interesar a la comunidad académica. Quiero pensar que este nuevo interés por los informadores y la manera de contar las cosas precede a una nueva etapa de prestigio y consolidación de la profesión periodística y su labor. Su imprescindible labor.