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César Coca

Divergencias

La muerte de José Luis Martín Vigil

Me he enterado hoy mismo de la muerte de José Luis Martín Vigil. Lo hemos comentado en la redacción y he comprobado -era fácil de imaginar- que los compañeros más jóvenes no tenían la menor idea de quién era. Y, sin embargo, fue a finales de los sesenta y principios de los setenta un escritor de best sellers con historias más interesantes en lo humano que muchas de las que ahora circulan con decenas de miles de ejemplares en las librerías, dirigidas a público de la misma edad.

En mi adolescencia leí varios libros suyos (La vida sale al encuentro, Los curas comunistas, Una chabola en Bilbao, Cierto olor a podrido) que devoré y en algún caso incluso releí. Era, o así me lo pareció entonces, un narrador eficaz que además se adentraba en un mundo juvenil al que la literatura del momento resultaba muchas veces ajena. Recuerdo que varios amigos los leímos más o menos a la vez y los comentábamos en los recreos o de camino al colegio. Por supuesto, con 15 años a todos nos habría encantado hallar a una Karin, que creo que así se llamaba la chica de La vida sale al encuentro (espero que alguien me corrija si estoy equivocado). Vamos, que fue un libro importante en nuestra educación sentimental, aunque no estoy seguro del todo de que fuera para bien.

A los 18 años ya no me interesaban nada sus novelas. Más tarde supe algunas cosas de su peripecia biográfica (el abandono de los jesuitas y del sacerdocio más tarde, su homosexualidad) y debo reconocer que no me extrañaron demasiado. Su vejez ha debido de ser muy dura, a juzgar por lo que dicen hoy los periódicos que publican la noticia. Triste destino el de un escritor que tuvo una enorme fama durante unos años y que luego quedó sepultado en el olvido.

 

(Mi ejemplar de La vida sale al encuentro tenía esta portada, lo recuerdo muy bien)