Escribía hace poco sobre la ligereza insoportable de los comentarios en Twitter por parte de todos aquellos que pretenden ser los primeros en opinar, o los constructores de las frases breves más brillantes. Y seguimos. Las redes sociales están que arden porque el nuevo ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, ha anunciado que combatirá la piratería.
Pues no lo entiendo. ¿Qué esperaban? ¿Que un ministro de un gobierno occidental dijera que la fomentará? Puestos a ello, un ministro de Hacienda podría recomendar atracar bancos, uno de Industria copiar patentes y, en aquellos países donde aún existe la mili obligatoria, uno de Defensa mostrarse partidario de la insumisión.
Me temo que algunos no saben exactamente de qué van las sociedades occidentales. Pero hay más: ¿es posible éticamente defender la piratería? Llevo un tiempo en el que no dejo de leer cosas extrañas. Enrique Dans, conocido entre otras cosas por su enorme presencia en la red dedicaba hace unos días un post a Lucía Etxebarria a propósito de su anuncio de que dejará de escribir porque la piratería está dañando mucho sus ventas. Venía a decirle que todo depende de lo que quiera: dar rienda a su creatividad o vivir de ella. Bastantes de los demás argumentos de su artículo me sonaban bien, pero eso de plantear a un escritor si pretende vivir de ello y quiere cobrar los derechos de autor que le pertenezcan me parece absurdo. Claro que quiere vivir de ello. Dans, por cierto, no decía nada respecto de sí mismo: la entidad académica en la que imparte clase también podría decirle que si lo que quiere es crear escuela podría trabajar gratis. Y así en todos los empleos. Habríamos creado un modelo económico distinto, pero me parece que quienes critican que se persiga la piratería no lo pretenden. Al menos, no lo pretenderían si les afectara también a ellos.
Un ministro debe combatir la piratería, claro que sí. Otra cosa es que perseguirla no suponga limitar los derechos de los consumidores. Debe ser posible conjugar ambas actuaciones: defender a los creadores y a los ciudadanos en general. Hay países que lo han conseguido. Podríamos copiar lo que han hecho. Es más inteligente que innovar y hacer una chapuza.