Faltan unas horas para el Cervantes y en Divergencias aún no habíamos hecho la tradicional quiniela. Recuerden que el año pasado lo ganó Ana María Matute, así que siguiendo la ley no escrita del galardón esta vez debería ir al otro lado del Atlántico.
¿Favoritos? Desde que hace tres años cambió la composición del jurado del Cervantes el galardón ha ido a parar a candidatos solventes, que llevaban tiempo en todas las quinielas. No digo que los anteriores no lo fueran, pero sí que hubo años en que se distinguió por sorpresa a algunos autores no tan reconocidos por la crítica y los lectores.
Así las cosas, creo que una quiniela debe incluir los nombres más citados en los últimos años: Elena Poniatowska y Nicanor Parra. Ambos tienen gran prestigio, no exento de polémica, sobre todo en el caso de la mexicana. Y los dos están también en edad de recibir un premio a toda una trayectoria literaria: Poniatowska cumplirá en breve 80 y Parra tiene 97. En el caso del poeta chileno también puede argumentarse que si no se lo han dado con anterioridad es difícil que se lo den ya, porque desde luego no han faltado oportunidades.
A ese par de nombres creo que hay que añadir otros dos más. En primer lugar, Isabel Allende. Y a continuación Ricardo Piglia. La primera es considerada por algunos críticos una autora de best sellers, con la carga peyorativa que ello supone. Pero hay otros muchos que creen que algunas de sus obras son literatura de la buena. Desde luego, sería uno de los premios Cervantes más leídos de los últimos años. Piglia es un autor poco conocido en España, aunque su última novela, Blanco nocturno, ha recibido numerosos premios de prestigio, entre ellos el Rómulo Gallegos.
Les dejo por tanto estos cuatro nombres en mi quiniela. Si ustedes tienen otros, que seguro que sí, estaremos todos encantados de conocerlos.