El tema de las últimas horas en Twitter: RIPeriodismo. El periodismo ha muerto, dicen muchos, y lo que más me fastidia es que por el tono de algunos se adivina satisfacción tras la afirmación. El periodismo ha muerto, y se quedan tan anchos, sin pararse a pensar qué o quién sustituirá al periodismo y los periodistas, qué o quién se encargará de contar al mundo lo que pasa en la otra parte del planeta o en la calle principal de su barrio. La gran historia de una guerra y la pequeña de una cañería rota, la peripecia de un gran ejecutivo o un ministro y la del indigente que pide dinero a la puerta del supermercado.
El periodismo ha muerto. Y lo dicen por lo visto sin pararse a pensar que en lo que llevamos de año 78 periodistas han sido asesinados en el mundo por hacer su trabajo, por contar lo que ven. O sin detenerse en los centenares, miles ya, de informadores que han perdido su trabajo por la crisis y que siguen pensando que tienen la mejor profesión del mundo. Sin reparar en los miles de periodistas que en este país, por no irse fuera, salen cada mañana de su casa dispuestos a indagar en un tema, averiguar cuantos datos puedan recopilar y contarlo de la mejor manera posible. Porque hay muchos periodistas de esos. Conozco a decenas, a centenares, y puedo dar fe de que hacen su trabajo de la mejor manera que pueden, tratando de esquivar las presiones y ser independientes, contando las cosas desde su punto de vista (¿es posible hacerlo de otra manera?) pero intentando dar voz a todos aquellos que tienen algo que decir.
Conozco a centenares de estudiantes de Periodismo que saben que en esta profesión se trabaja sin horarios ni días festivos, con frecuencia en situación de precariedad laboral, con un sueldo inferior al de otros licenciados, sin gozar del prestigio social que tienen otras profesiones, teniendo que aguantar broncas procedentes de personas poderosas que a menudo no dudan en amenazarte porque no les gusta lo que has escrito… Un trabajo en el que un gran éxito dura apenas unos minutos, o unas horas, y de inmediato tienes que empezar de nuevo. Y, pese a ello, siguen estudiando, formándose, porque están convencidos de que no hay nada más interesante que contar historias y explicarle a la gente lo que pasa y por qué pasa. Conozco periodistas que pagarían por poder hacer algunas entrevistas y determinados reportajes. Conozco periodistas que rechazan un acomodo en una Redacción porque quieren ir a la guerra para contarla, o a una zona donde hay terrorismo porque quieren saber cómo vive la gente amenazada. Conozco periodistas que llevan escolta porque lo que han escrito ha puesto en peligro su vida. Y conocí a otros a quienes se llevó por delante el odio y la sinrazón.
Por supuesto que se publican o difunden cada día trabajos que no están bien hechos. Claro. No estoy ciego ni sordo. Pero les aseguro que no somos peores que los médicos, los arquitectos, los abogados o los fontaneros. ¿O ustedes no conocen a médicos que han hecho malos diagnósticos, abogados que han perdido pleitos que se ganaban solos, arquitectos que han firmado proyectos con los que no habrían aprobado primero de carrera y fontaneros incapaces de encontrar una avería al alcance de un principiante en cursos de bricolaje?
Alguien, no recuerdo quién, dijo que la diferencia entre un médico, un abogado y un periodista es que el primero manda sus errores al cementerio, el segundo a la cárcel y el periodista los publica en primera página con su nombre. No se empeñen. El periodismo no ha muerto. Ni van a poder matarlo.