Me he enterado esta mañana de la muerte de Kurt Sanderling. Ayer los digitales estaban muy ocupados hablando del triunfo de la selección de baloncesto, la victoria de Nadal en la Davis, los mítines de los políticos en precampaña. Demasiado para dedicarle siquiera un pequeño hueco en la portada.
Reconozco que no estaba muy seguro de que Sanderling estuviera vivo hasta este fin de semana. Sabía o suponía que era muy mayor y recordaba vagamente que se había retirado hace ya algún tiempo. Ahora he visto el dato: en 2002, a la edad de 90 años, se bajó definitivamente del podio. No soy consciente de haberlo visto dirigir nunca en vivo. Aunque puede que sí, en algún concierto en el Madrid de finales de los setenta, si anduvo por allí. Mi memoria no llega a tanto. Y me parece que apenas si tengo un disco o dos suyos. Así que no me encuentro en condiciones de opinar seriamente sobre su manera de dirigir. Ha muerto cuando le faltaba solo un día para cumplir 99 años.
Quería hablarles en cambio de la longevidad de un buen puñado de músicos, que es algo que algunos amigos me han apuntado más de una vez. Longevidad y larguísima carrera profesional: Rubinstein se retiró en torno a punto de cumplir 90 años; Arrau murió a los 88 y seguía en activo; Mravinsky se subió al podio hasta los 84; Toscanini falleció a los 89; Giulini, a los 91; Horowitz, a los 86; Serkin, 88; Solti, cercano a los 85 y también en activo… ¿Qué hace que personas sin problemas económicos, obligadas a viajar de forma continua, sometidas a la ‘vigilancia’ de críticos y público, sigan en activo hasta tan avanzada edad? Si es cierto todo lo que se dice de algunos directores, podría ser un infinito afán de poder. En el de los solistas supongo que puede ser la necesidad de escuchar los aplausos, de sentirse admirados por el público. Y en todos los casos, amor por la música. Necesidad de crearla, de hacer que lo escrito sobre una partitura se convierta en sonido. En belleza.
Creo que es la música, el placer de hacerla. Definitivamente, vivir sin la música es vivir en el error.