No entiendo cómo todavía no es la lectura obligatoria para los que están en las acampadas en las plazas de todas las capitales españolas o para quienes comparten indignación pero por las razones que sea no se han sumado a las movilizaciones. Me refiero a Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago.

Por si no lo han leído, les resumo el arranque de la novela: en un país que es Portugal por todos los indicios que ofrece el autor (pero que puede ser cualquier democracia occidental) la gente deja de votar. Se convocan unas elecciones y los ciudadanos se quedan en casa. No porque den el partido del siglo en la tele, ni porque el personal tenga puente; no quieren votar por hartazgo, porque no pueden más con la clase política que les ha tocado, con las decisiones que toman, con la falta de atención a lo que la sociedad demanda. No quieren votar a la izquierda ni a la derecha, simplemente se abstienen en su mayoría. El Gobierno, convencido de que se trata de un fenómeno coyuntural, repite las elecciones y la abstención crece hasta superar el 80%. Y eso desencadena una serie de reacciones… que no les cuento para no destripar la novela.

Hay algunos comentaristas -cuyo nombre no voy a repetir para no hacerlos aún más famosos- que han acusado a los manifestantes de no haber leído nunca un libro. Estoy seguro de que entre quienes están en la calle y quienes los apoyan desde su casa hay gente que no ha leído nunca un libro y otros que han leído muchísimos. Más o menos como el resto de la sociedad. Pero eso no me impide recomendar esta lectura de Saramago a todos ellos. Incluso al no nombrado (o nombrada) columnista que acusa a los demás de no leer.