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César Coca

Divergencias

Wikileaks y el asombro de los poco leídos (o de los hipócritas)

Ahmadineyad es un tipo muy peligroso. Berlusconi organiza unas fiestas de muerte. Sarkozy querría ser emperador. Gadafi está un poco tocado. Angela Merkel no es demasiado imaginativa. En las embajadas hay espías.

Dirán ustedes que me he pasado la mañana revisando lo publicado sobre los papeles de Wikileaks. Pues no. Todo eso lo había leído ya en los periódicos. Y antes, mucho antes, lo había visto en las novelas de Graham Greene y John Le Carré, entre otros. Los papeles de Wikileaks lo que prueban es que lo que la literatura nos había contado hasta ahora es cierto. Algo que ya podíamos imaginar porque Le Carré, Greene y tantos otros conocían y conocen muy bien aquello de lo que escriben. Demuestran también que los espías son unos tipos más bien vagos, porque esa información tan importante la han podido obtener no corriendo riesgos enormes a lo James Bond, sino leyendo los diarios mientras desayunan.

De manera que no entiendo el asombro ante lo que esos papeles desvelan. Sin descender a algunos detalles, ¿no sabíamos todos que eso sucedía? ¿A qué viene entonces el escándalo? Solo se pueden escandalizar los poco leídos o los hipócritas, quienes ahora desean hacernos pensar que nunca se creyeron lo que decían los diarios sobre todos esos personajes de la vida internacional o la literatura sobre el mundo del espionaje. Wikileaks: mucho ruido para pocas nueces.

Una pregunta para quienes se rasgan las vestiduras: ¿han leído El americano impasible, o han visto la película?

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