Ya saben ustedes que el premio Planeta es una iniciativa privada de una editorial que se juega su dinero, así que puede darlo a quien quiera; puede ofrecérselo a quien le dé la gana y tener los libros listos para sacarlos a la venta antes de anunciar el fallo. Nadie podrá reprocharle nada en cuanto a calidad de las obras premiadas o respecto del paripé de un jurado que aún está deliberando mientras las primeras ediciones de los periódicos están ya en la calle con el nombre del ganador, y no se equivocan nunca. Otra cosa es prestarse a ese juego. Hay por lo menos dos personas (Anson y Marsé) que lo han denunciado desde dentro, que tiene más mérito.

A mí todo ese montaje me suena a tan visto que apenas le presto atención. Vamos, que no crean que esta noche, a las doce en punto, voy a mirar la web de El Correo para conocer si finalmente Eduardo Mendoza es el ganador del premio, como se rumorea a estas horas en todos los mentideros editoriales. Ya me enteraré mañana cuando lea el periódico.

Desde hace unos años la vinculación entre el premio Planeta y la literatura es tan pequeña que muchas veces no he podido encontrarla. Es cierto que en la lista de ganadores hay autores de gran relieve (aunque, en general, con obras menores) pero no lo es menos que figuran también muchos nombres del todo prescindibles. Y en los últimos tiempos dominan estos últimos.

Si, como parece, el premio se lo lleva Mendoza, parecería un intento de dotar de un cierto prestigio a un galardón denostado por todos los críticos serios y que evitan muchos escritores de calidad. Veremos.