Ejercicio de masoquismo. Todos los años veo la ceremonia de la entrega de los premios Goya. Y resulta que nunca me gusta. Este año repetiré, seguro, y estoy convencido de que tampoco me gustará.

¿Por qué no me gusta? Pues por muchas razones, pero expondré algunas:

1) Porque trata de ser un remedo de la fiesta de los Oscar, pero con mucho menos glamour y recursos, de forma que se queda en un quiero y no puedo.

2) Porque no entiendo que haya cuatro candidaturas por premio y que existan tantos premios. Al final, da la impresión de que se trata de que casi cualquier película estrenada en el año tenga sus segundos de gloria porque será citada al menos una vez a lo largo de la ceremonia.

3) Porque pese a que es una fiesta de las gentes del cine carece de ritmo y se hace tediosa, pecados que serían mortales en una película. Profesionales dedicados a dar cuerpo a la magia del cine parecen incapaces de elaborar un guión atractivo y darle marcha a la entrega de los galardones. Ah, y los chistes son en general muy malos.

4) Porque hay una presencia demasiado explícita de las instituciones. Vale que el Ministerio dé subvenciones, pero que el ministro o ministra del ramo sea una de las estrellas de la función es un despropósito que dice mucho del estado del cine español.

5) Porque todos los años, sin excepción, alguien de los que sale a recoger un premio pide apoyo para el cine español. ¿Se imaginan a un escritor recogiendo el Cervantes y pidiendo a gritos que se lea a autores españoles y no a estadounidenses? No soporto esa actitud mendicante que se da en cada gala.