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César Coca

Divergencias

Pongan rosas y coñac en la tumba de Poe

Hay tradiciones en el ámbito de la cultura que son ya citas para mitómanos. Las flores frescas que siempre adornan la tumba de Chopin, por ejemplo. Y las rosas y la botella de coñac en la de Poe en cada uno de sus aniversarios. Pues bien, esta última se ha roto. El pasado martes, por primera vez en 60 años, los seguidores de la obra del creador de la novela policíaca (a medias con Balzac, pues Los crímenes de la calle Morgue y Un asunto tenebroso se publicaron en 1841 con apenas unas semanas de diferencia) visitaron su tumba y descubrieron que no había rosas ni coñac.

Por supuesto, se especula con lo que ha podido suceder a la persona (es probable que no haya sido la misma en estos 60 años) que hacía ese homenaje no exento de humor al novelista de vida atormentada. Ha enfermado o ha muerto. Son las dos hipótesis más plausibles.

¿Saben una cosa? Da igual lo que haya sucedido. Estoy seguro de que el año próximo volverán a aparecer las rosas y el coñac. Alguien tomará el relevo. En este mundo de mitómanos en el que vivimos (no crean que es una crítica, si acaso una autocrítica, pues yo pertenezco a esa cofradía) una tradición no se rompe así como así.