Álava
Enormes pedazos de hielo golpearon ayer Vitoria tras una jornada tórrida dominada por un sol abrasador. La brutal tormenta no avisó. Sólo unos truenos aislados, mal presagio, dieron una pista de lo que ocurriría sólo unos segundos antes de que el cielo se desplomase. Y sólo unos minutos, entre las cinco y cinco y media de la tarde, fueron suficientes para que la brutal granizada reventase las lunas y abollase la chapa de cientos de coches; desgarra árboles; rompiera claraboyas; destrozara farolas; saturara sumideros, paralizara el tráfico y hasta detuviera el servicio de tranvía.(+info)