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Más amor bizarro

La verdad es que estoy loco de amor bizarro, y la víspera de San Valentín parece un día estupendo para confesarlo al mundo. En realidad, como buen enamorado, me estoy poniendo redundante y simplemente voy a contarles de nuevo, en versión amplificada, lo que ya les dije hace casi un año: cuánto me gustan Triángulo de Amor Bizarro, más aún que la primera vez que les hablé de ellos. Este grupo coruñés me ha enganchado tanto que hasta está empezando a parecerme bien su nombre, ciertamente tan feo como una verruga en la nariz, o el hecho de que unas veces no entienda lo que dicen sus letras y otras no entienda lo que quieren decir. En muchas cosas me recuerdan a viejos amores (The Jesus & Mary Chain, My Bloody Valentine, incluso Can), pero ellos rejuvenecen aquellas propuestas del siglo pasado con asombrosa desfachatez y poderoso atractivo. Qué bien que alguien lo haga, por cierto.

El primer álbum del Triángulo sale el lunes pero, por una vez, ya lo he oído, y no le echen la culpa a la piratería sino a la promoción, que tiene patente de corso para estas cosas. Había escuchado mucho la maqueta y temía que puliesen demasiado su sonido, hasta perder ese ramalazo brutillo que para mí es parte imprescindible de su encanto, pero no: les ha quedado un discazo arrollador. Vayan a la página del sello Mushroom Pillow y, en la sección Tienda, podrán escuchar mis tres temas favoritos: ‘¿Quiénes son los curanderos?’, el single ‘El himno de la bala’ y ‘El fantasma de la transición’, uno de los pocos casos en los que la influencia de My Bloody Valentine no hace que un grupo pierda el norte. Tengan cuidado, porque a lo mejor se enamoran ustedes también. Bizarramente, claro.

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


febrero 2007
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