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Guitarras y otras armas de fuego

 

 

¿Qué sé yo de Ted Nugent? Esta costumbre de interrogarse a sí mismo antes de buscar en Internet, muy recomendable para no olvidar la vastedad de la propia ignorancia, me la contagió el compañero Arrieta, uno de los pocos hombres capaces de perorar en la misma sobremesa acerca de ufólogas famosas y baladas de Skid Row. Pero bueno, a lo que iba: ¿qué diablos sé yo de Ted Nugent? Bien poco. Que allá por los setenta solía vestir con taparrabos, como un hombre salvaje con escaso fondo de armario. Que cazaba con arco y flechas. Que tocaba la guitarra, en un estilo que siempre imaginé propenso a los solos muy largos. Y… punto. No se crean, no sé mucho más de Bob Dylan ni de casi nadie.

Pues bueno, mis conocimientos sobre Ted Nugent se multiplicaron ayer gracias a este magnífico reportaje de ‘The Independent’, que dibuja un retrato descacharrante de este pintoresco músico de Detroit. La historia comienza con una fiesta ofrecida por George W. Bush en su rancho de Crawford, Texas, a la que asistió Ted como buen vecino del mismo municipio. «¡Laura! ¡Mira quién está aquí! ¡Es Ted!», voceó el presidente mientras se lanzaba a abrazarlo, en una sorprendente efusión hacia un melenudo que en sus tiempos de fama dijo haber orinado encima de una monja.

En fin, Nugent posee 350 armas de fuego -incluidos UZI y AK-47- y no se corta a la hora de disparar por la ventanilla de su furgoneta. Cerca de su casa, ha dispuesto figuras a tamaño real de lobos, coyotes y osos con las que practica la puntería, ya que hace más de treinta años que sólo come animales sacrificados por él mismo. También se fabrica sus propias flechas, porque, pese a ser miembro destacado de la Asociación Nacional del Rifle, no ha abandonado el arco. Políticamente, anda por el arcén de la extrema derecha: «Me gustaría que se matase a todos los ladrones. Y a todos los violadores. Y a los que roban coches. Y nada de graffiti…», enumera, en un plan que podría acabar con toda la humanidad excepto Ted Nugent. Sobre los iraquíes, considera que el gran error de Estados Unidos ha sido no «nagasakizarlos». Y logra sintetizar en una elegante frase toda su ideología: «¿Cómo se consiguen la paz, el amor y la comprensión? Primero tienes que encontrar a toda la mala gente. Y, entonces, los matas».

Por Carlos Benito

Sobre el autor

Periodista de El Correo. Nací en Logroño, estudié en Pamplona, vivo y trabajo en Bilbao.


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