Hay dos maneras extremas de enjuiciar un festival de música. La primera es la pura subjetividad, como esas personas de filiación kalimotxera que dicen que las fiestas de Bilbao son una porquería porque traen a los Stooges pero no a Reincidentes y Piperrak. La postura opuesta es colocarse en el lugar de los organizadores y ponerse a pensar a quién diablos contrataría uno para contentar a esa masa o esas mil masas impermeables que constituyen la afición al rock. Si aplico el primer criterio al cartel incompleto del Bilbao Live Festival, el resultado no es muy satisfactorio, la verdad: yo y mi circunstancia tenemos ganas de ver a Pretenders, por nostalgia; a Front 242 (en la fotillo), porque siempre los hemos reivindicado aunque no reconozcamos más que tres canciones; a Placebo, porque nos parece que tienen temas muy buenos aunque la crítica los ponga de vuelta y media, y… Bueno, creo que eso es todo, aunque la circunstancia dice que quizá también le apetezca bailar con el imponente plantel de discjockeys y pasarse por los conciertos de Ladytron y Rex The Dog.
Pero, claro, el festival no está pensado sólo para mí, sino para 15.000 personas, y cada vez me parece más difícil conseguir anzuelos para tanta gente. Por supuesto, soltar nombres es lo más sencillo del mundo: traigan a Madonna, U2, Metallica, los Cure y, puestos a soñar, Camarón de la Isla y verán qué bien les va la cosa. Pero la realidad y el presupuesto son menos elásticos que la imaginación. En fin, si intentamos una aproximación mesurada al Bilbao Live, habrá que decir que faltan nombres con gancho -es obvio, aunque Guns N’ Roses atraerán hordas adeptas al metal ligero y Pretenders lograrán que muchos bilbaínos cuarentones se aventuren hasta Cobetas- y que el cartel escora descaradamente hacia la electrónica -lo que en sí no está mal, pero habría sido más propio hace diez años, y siempre habrá que recordar que Bilbao no es Barcelona aunque a veces sueñe con serlo-, pero también que por ahora no aparece ningún artista que provoque repugnancia. Veremos qué deparan esos «cuatro o cinco grupos de nivel» que promete la organización.