Grandaddy nunca tuvieron mucha repercusión en España. Era evidente que jamás iban a triunfar en las listas de ventas, porque eso es simplemente imposible, pero también tenían algunos hándicaps para hacerlo en el mundillo alternativo, o sea, entre la gente que escribe, lee, compra o coge en el bar revistas de rock: por un lado, sus canciones son agradables, con una voz que no puede evitar los ecos del Neil Young más country y un sonido soñador, melódico, suave, y parece que en la movida queda mal decir que te gustan discos calificables como bonitos; por otro, se trata de unos tipos sin gusto indumentario, varios de ellos barbudos, con pinta de leñadores o tramperos, hasta el punto de que su lugar de procedencia (Modesto, en California) resultaba extrañamente adecuado. Pero, si me permiten el exceso pontificador, eran muy buenos: yo estuve enganchadísimo hace cinco años al álbum The Sophtware Slump, su obra magna, en cuyas letras daban rienda suelta a una curiosa obsesión por la tecnología obsoleta (les incluyo abajo el vídeo de The Crystal Lake, una maravilla que no debería haber pasado inadvertida), y también escuché bastante el anterior, el más imperfecto Under The Western Freeway (en éste, de quedarse con un tema, habría de ser Summer Here Kids, donde muestran su lado más punk).

Ahora, han anunciado su separación. “Todo el mundo ha sido liberado para dedicarse a lo que quiera, sea el póker amateur, sea convertirse en veterinario, sea trabajar en un puesto de perritos calientes”, ha explicado a Pitchfork el vocalista y líder indiscutible, Jason Lytle. En mayo saldrá su último álbum, Just Like The Fambly Cat, que se presenta como “adecuado epitafio”. Pues eso, que descanse en paz el abuelito.