Con auténtica preocupación leo el artículo editorial del último número de la revista ‘Etecé’, magazine/agenda/directorio vasco de tendencias radicado en Bilbao. El ataque a los fetiches «Academia», «CULTURA», «Catecismo» y (atención al tropo) «cultura culta» me deja perplejo. ‘Etecé’ se caracteriza por su sentido del humor al defender lo indefendible, esas exquisiteces posmodernas como la moda alternativa y la música ruidista. La excusa para el artículo, que se titula ‘Nuevos púlpitos para nuevos dogmas’, es Harry Potter. El autor acaba de ver «la última de Harry Potter» y le ha venido a la cabeza el mal trato que el mundo de la cultura ha dispensado al niño mago. En realidad, el redactor se confunde: que yo recuerde, la crítica cinematográfica ha cantado las loas de todas las entregas de la saga, que son bastante mediocres, a mi humilde entender. Es la crítica literaria la que no soporta las historias de J.K. Rowling, con su más conspicuo representante a la cabeza, Harold Bloom. Para ‘Etecé’, lo importante es que los niños lean lo que les entre por los ojos, sea Rowling, tebeos o prospectos profilácticos, y no lo que sugieran los críticos, aviesos personajes que recomiendan seguir leyendo a tipos que vivieron hace cinco siglos o dos milenios. Me enternece esta preocupación por la lectura, pero leyendo cualquier cosa no se adquiere sabiduría ni conocimiento: sólo se pasa el tiempo, y existen pasatiempos más estimulantes. Después de llevar los niños a clases extraescolares de tenis, inglés y música, raro será que se pongan a leer a Homero, pero ¿por qué conformarnos con Harry Potter si tenemos a mano a Stevenson y Poe (y en ediciones de bolsillo)? Hagan el favor, y a ver quién es más elitista.