No sé quién decía que hay gente para todo. Creo que era un torero pero ya saben que ese mundo lo controlo muy mal. No voy a hablarles de toros, claro. Voy a hablar de libros. ¿Saben ustedes cuál es uno de los títulos más vendidos estos días en las librerías? Pues Los diez mandamientos de la mujer 11, que ha escrito (o le han escrito, no sería la primera) Carmen Lomana.
Dudo que se venda tanto como el Follett o la novela de Almudena Grandes, ni creo que se aproxime en calidad literaria al de Vargas Llosa, a punto de llegar a las librerías. Esto último me atrevo a decirlo sin haber leído ninguno de los dos, pero no corro riesgo alguno con esa apreciación.
Me parece que este dato de las buenas ventas de Lomana es por lo menos curioso.
Revela, entre otras cosas, que lo de que se leen pocos libros o que siempre lo hacen los mismos es una generalización que debe ser matizada. Con seguridad, hay personas que no leen demasiado (o nada) pero están devorando el volumen que ha escrito esta señora. Porque la siguen en la televisión o las revistas del corazón, porque quieren ser como ella o porque quieren reírse de lo que dice. Es igual. Lo relevante es que avanzan por las páginas de un libro.
Eso significa que hay casi tantas razones para leer como volúmenes en las librerías. Y no es malo que sea así. Hay muy pocas excepciones en las que leer, lo que sea, no sea mejor que no hacerlo. Ya sé que hay títulos verdaderamente perniciosos para lectores sin una preparación previa. Me parece que no es el caso. La lectura del texto de Lomana no creo que haga daño a nadie. Y si unos pocos de esos lectores ocasiones deciden volver a la librería cuando terminen estos mandamientos, aunque sea para comprar otro texto semejante, será un pequeño paso en la buena dirección. Quizá algún día lleguen a Follett, o a Almudena Grandes. O a Vargas Llosa.