A finales de la pasada primavera, todos la daban no por quemada sino por abrasada y se decía que iba a ser relevada de inmediato en su cargo, pero Ángeles González-Sinde se mantiene en su despacho tras una remodelación en la que cambia casi medio Gobierno.
¿Por qué? Estoy convencido de que los presidentes de gobierno, como los entrenadores de fútbol, no siempre tienen razones de peso para cambiar a un ministro o alinear a un jugador. También hay caprichos. Sí, caprichos. Solo así se entiende como, contra todo criterio, un entrenador saca a un jugador que todo el mundo ve bajo de forma o inadecuado para un partido (y en la inmensa mayoría de los casos su rendimiento es mínimo) y un presidente de gobierno elige para una cartera a alguien que para todo el mundo no responde al perfil o mantiene a un ministro que no ha dado una a derechas (y es un desastre, como se veía venir)
No estoy refiriéndome a nadie en concreto (bueno sí, pero los nombres los ponen ustedes). No creo que González-Sinde haya sido la peor ministra del gabinete y lo digo completamente en serio. Creo, eso sí, que es una ministra irrelevante o que ha conseguido que su cartera lo sea, que viene a ser lo mismo. La prueba del nueve: ¿cuántos meses hace que no tienen ustedes noticia de una propuesta interesante surgida del Ministerio, de un discurso de esos que fijan un rumbo, de una iniciativa innovadora? Buceen en su memoria pero antes tomen aire porque les va a llevar un rato. Pese a todo, sigue y es lógico pensar que seguirá ya hasta el fin de la legislatura. ¿Un capricho de Zapatero? No lo descarten.