Hay países a los que la Historia ha cargado de símbolos que tienen validez universal. Creo que Francia figura a la cabeza. Fíjense si no en estos tres.
En un par de días será su fiesta nacional, el aniversario de la toma de la Bastilla que simboliza la Revolución. Una revolución que cambió la faz del mundo y creó las bases de las sociedades que hoy vivimos, al menos en Occidente. El 14 de julio es una de esas fechas marcadas en la Historia pese a que, en esencia, solo afecta a un país.
La Marsellesa. Otro símbolo de una fuerza extraordinaria. Ya saben ustedes que no me atraen los himnos: demasiado tufillo nacionalista -y eso me gusta más bien poco- y músicas en general ramplonas o incluso peores. Pero La Marsellesa es otra cosa: tiene tal fuerza, tal capacidad de enganche, que supera las fronteras de nuestros vecinos hasta convertirse en algo mucho más relevante.
Mayo del 68. La revolución moderna por excelencia. Los jóvenes que quisieron cambiar el mundo y no lo lograron, pero consiguieron que unos valores concretos fueran penetrando en la sociedad. Nos ha marcado a varias generaciones en cualquier lugar del planeta, incluidas las de quienes éramos pequeños o no habían nacido aún.