Los libros no han sido ajenos nunca a las guerras, la violencia y el sufrimiento humano. Pero quizá ahora vivamos en un tiempo en el que las utopías de la paz y la justicia universales parecen más lejos que nunca. Y eso, con seguridad, se refleja en la literatura del momento.
Guerras, conflictos interreligiosos, delincuencia urbana, terrorismo,
miedo… son la materia prima sobre la que trabajan muchos autores. En
realidad, sobre la que trabajan todos, aunque algunos lo plasmen en
textos de mayor crudeza.
De lo que ya no estoy tan seguro es de si es eso lo que desean muchos lectores o si ante la realidad de cada día, ésa que salpica de sangre las páginas de los periódicos y la pantalla del televisor, prefieren libros, novelas sobre todo, que les permitan evadirse, que les hagan soñar durante unas horas y olvidarse de lo que pasa en una calle de su ciudad o de alguna urbe
en un país no tan remoto. No sé si son malos tiempos para la
lírica o buenos, al menos para la lírica entendida como ese narcótico
que alguna vez todos hemos necesitado.