Bernard Coutaz, el fundador de Harmonia Mundi, murió la pasada semana en Arles, a los 87 años. Coutaz puso en marcha hace medio siglo un sello clásico que con el paso del tiempo se convirtió en distribuidor de otras marcas, luego de libros y desde hace un tiempo es propietario de una amplia cadena de boutiques de música (desde donde yo escribo, creo que la más cercana es la de Bayona). HM fue durante muchos años un sello identificado con el barroco, pero hoy en su catálogo lo mismo se encuentra a Telemann que la música más rabiosamente contemporánea.

Con la desaparición de Coutaz, sumada a la de Margueritte Dütschler hace unos pocos años (era la dueña del suizo Claves), y alguna otra, se cierra un capítulo de los sellos discográficos independientes, que han buscado su sitio en el mercado mediante la diferenciación. Una desaparición que coincide con el momento más crítico del sector. Quizá la tarea de los fundadores fue más simple que la de sus herederos. Su reto era difícil, pero el de quienes han quedado al frente de las empresas parece aún mayor.