Lo siento. Me he quedado sin palabras. No las tengo ante la tragedia de Haití. Carezco de las necesarias para enjuiciar los comentarios de monseñor Munilla. No se me ocurre nada que decir ante la noticia de que un millonario ha dejado su herencia íntegra a los Príncipes de Asturias.
Vaya, dirán ustedes. Un blog cultural y su titular se queda sin palabras. Pues sí, así es. Uno piensa que ha leído un poco, sólo un poco; que ha escrito bastante y que a lo largo de su carrera ha conversado con muchas personas inteligentes y con ideas, y todo eso no sirve de nada a la hora de tener algo que decir respecto de la actualidad del momento. Claro que también puede ser que lo mejor que se puede hacer sea guardar silencio. Como esos fundidos en negro en las viejas películas cuando terminaba una escena de especial intensidad o se quería contar sin imágenes que algo iba a pasar (muchas veces, algo relacionado con el sexo). Como esos segundos de silencio para crear un estado de ánimo especial (cómo jugaban con el silencio Beethoven o el Chaikovski del último movimiento de la Sinfonía Nº 5) en mitad de una obra musical. O como esos fondos casi planos en ciertos cuadros que sirven precisamente para destacar una imagen (hemos visto estos días a propósito de la exposición en la Fundación Mapfre El pífano del regimiento de Manet). Así que no voy a usar palabra alguna para comentar esas noticias. Den ustedes por no leído lo anterior.