El de entrega de los Nobel es siempre un acto solemne que se extiende a lo largo de un par de días y se articula en varias ceremonias. Entre los momentos culminantes están los discursos y entre ellos destacan siempre dos: los de quienes reciben los galardones de la Paz y, sobre todo, de Literatura. Estos últimos suelen ser piezas de enorme categoría, como corresponde a sus autores. Los primeros, en cambio, con frecuencia están escritos por negros y tienen un alcance mucho más modesto.

Esta vez, sin embargo, Obama y su discurso han eclipsado por completo a Hertha Müller hasta el punto de que los medios han prestado poquísima atención a las palabras de la escritora. Una pena, porque en Estocolmo, año tras año, se escuchan intervenciones de enorme belleza. No los he leído todos pero recuerdo entre los más hermosos el de José Saramago, contando una historia familiar que luego hemos podido ver ampliada en Las pequeñas memorias. Obama ha ensombrecido a Hertha Müller. Seguro que esa no era su intención, pero pocas veces las palabras de un Nobel de Literatura en el acto de recepción del premio habrán tenido tan poco eco.