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Las primeras palabras, o casi las primeras, de Patxi López como lehendakari han sido unos versos de Kirmen Uribe y Wislawa Szymborska. Los de Uribe los ha leído en euskera y los de la poeta polaca, Nobel de Literatura, en castellano.

El nuevo lehendakadi ha hecho unos cuantos guiños a la cultura en sus últimos discursos, algo a lo que no nos tenía acostumbrados su predecesor. Y leer unos poemas junto al árbol de Gernika ha tenido su punto de emoción para quienes creemos en el valor purificador del arte y más en concreto de las palabras bellas y con sentido. Pero me van a permitir que discrepe en la elección de los poemas. No en el caso de Uribe, sino en el de Szymborska. ¿No habría sido mejor leer versos de algún autor vasco que escribe o ha escrito en castellano? Sinceramente, creo que sí porque sigo sin entender qué pintaba en todo esto una poeta polaca sin la menor vinculación (que yo sepa) a Euskadi.

Puestos a criticar, voy a seguir. Algunos parlamentarios no han aprobado hoy la asignatura de educación cívica. Me refiero a quienes no han aplaudido al nuevo lehendakari (con toda su carga simbólica). Estoy seguro de que más de uno ya se ha arrepentido de seguir una consigna que han aceptado de forma acrítica. Pero el premio gordo a la mala educación (en algún momento ni siquiera se ha puesto de pie, como el resto de sus compañeros) y la inanidad política durante el acto se lo lleva, sin duda, Aintzane Ezenarro. Cuesta mucho oír de sus labios algo que no sea un tópico.

Les adjunto los versos leídos por López:

Maiatza, de Kirmen Uribe.
“Mira, ha entrado mayo,
Ha extendido su párpado azul sobre el puerto.
Ven, y hablaremos de las cosas de siempre,
Del valor de ser amable,
De la necesidad de arreglárselas con las dudas,
De cómo llenar los huecos que tenemos dentro.
Ven, siente en tu rostro la mañana,
Cuando estamos tristes, todo parece oscuro;
Cuando estamos fuertes, el mundo se desmigaja.
Cada uno de nosotros guarda algo desconocido de las vidas ajenas”.
Nada sucede dos veces de Szymborska:
“Nada sucede dos veces
y es lo que determina
que nazcamos sin destreza
y muramos sin rutina.
Ningún día se repite
ni dos noches son iguales
ni dos besos parecidos
ni dos citas similares.
Entre sonrisas y abrazos
verás que la paz se fragua
aunque seamos distintos
cual son dos gotas de agua”.