En uno de los poemas de Recetas invernales de la comunidad, Louise Glück escribe: «Nunca se me han dado muy bien los seres vivos». Meses después de haber recibido el Nobel de Literatura, con toda su parafernalia, sus compromisos y homenajes derivados, la poeta neoyorquina terminó este libro, en el que afronta algunos de los temas que siempre ha tratado pero ahora con la gravedad y la trascendencia que produce la sensación de estar entrando en el tramo último del recorrido vital.

Los inviernos deben entenderse así en múltiples sentidos. El aislamiento, la vulnerabilidad, el temor, una cierta resignación, la distancia creciente respecto de los días felices. Todo ello está en una obra de carácter ascético, en la que la mirada escapa hacia otro tiempo. «Qué llena tengo la cabeza/ con las cosas del pasado./ ¿Habrá suficiente espacio/ para que quepa el mundo?», se pregunta.

Los premios literarios priman siempre la poesía ante otros géneros. No es un capricho. La poesía es necesaria frente al estruendo cotidiano del mundo. Una dosis, siquiera pequeña, de poemas como estos de Glück nos reconcilia con la belleza y nos hace pensar más allá de la peripecia cotidiana y de las noticias que nos llenan de ruido y de furia.

(Publicado en elcorreo.com)