Gabriel García Márquez era un gran melómano. Un melómano, además, básicamente autodidacta, aunque como siempre sucede en estos casos hubo una persona que le dio el empujón inicial para adentrarse en ese mundo maravilloso de la gran música. En su caso, fue su luego gran amigo Álvaro Mutis. En sus memorias (Vivir para contarla), explica cómo en sus tiempos de estudiante de Bachillerato, llegada cada tarde a la biblioteca y allí, a través de la megafonía, escuchaba la música que sonaba y que era la que solicitaba alguno de los visitantes del centro. Pues bien, durante unos cuantos días seguidos escuchó siempre la misma obra. Tanto es así que quiso conocer a quien la pedía y así fue como comenzó su amistad. La pieza, por cierto, era el Concierto para violín y orquesta de Mendelssohn.
A partir de ahí, García Márquez fue escuchando más y más música y en cuanto tuvo oportunidad creando su propia discoteca. Cuando se produjo el enorme éxito de Cien años de soledad, que lo sacó literalmente de la pobreza, una de las primeras cosas que compró fue un estupendo equipo de música y una montaña de discos. Pues bien, a este melómano exigente vez también se le escapó alguna opinión por lo menos llamativa. Dijo, por ejemplo, que durante mucho tiempo había considerado a Haydn un compositor de segunda, que, cuando era bueno parecía un Beethoven menor y cuando era malo parecía Mozart. Dejando a un lado la injusticia respecto de Mozart (y Haydn), se apunta también en el comentario que hay un Beethoven menor. ¿Es cierto? Sin duda. No hay ningún compositor, creo yo, cuyas obras sean sublimes en su totalidad.
Y cuando se habla de las sinfonías de Beethoven y se hace esa extraña división entre las pares (inferiores) y las impares (superiores), en realidad a continuación debe hablarse de las excepciones: la Sexta es magnífica, y la Primera es una obra que no está a la altura del resto de las impares. Eso no significa que no deba escucharse. Lo que suena es Beethoven, por más que la influencia de Haydn sea todavía muy notable. Los rasgos de su genio están ahí, aún sin perfilar del todo, sin esa personalidad arrolladora que luego mostraría. Pero escuchar estas piezas menores de un genio ayuda a comprender su evolución. Disfruten.