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César Coca

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Ningún fin de semana sin música: Sinfonía Nº 3 de Rachmaninov

Fue Stravinski quien llegó a decir que Chaikovski era “el más ruso” de todos los compositores rusos. Quizá cuando lo dijo no conocía lo suficiente a Rachmaninov o este no había compuesto aún todo su catálogo. Porque Rachmaninov fue el heredero del autor de la Patética y el parentesco entre las obras respectivas es más que evidente en muchas partituras.

Es sabido que Rachmaninov no era precisamente un entusiasta de la Revolución rusa, así que no volvió a su país a partir de 1917, pero lo añoró en todas partes. Vivió en Europa y EE UU y se creó la ficción de que seguía en Rusia, por sus costumbres, los amigos que recibía y el aire que respiran sus partituras. Y aunque sus piezas más célebres son las escritas para el piano (era un pianista extraordinario, además), en especial los cuatro conciertos y la Rapsodia sobre un tema de Paganini, dejó unas cuantas obras más que bien merecen la pena y que son fácilmente identificables porque en ellas están también su lenguaje y sus melodías. De entre sus sinfonías, sin duda la más conocida es la Nº 2, cuyo movimiento lento es tan típico de su estilo que el oyente espera que en cualquier momento entre el piano con una larga frase lírica. La Nº 3 tuvo un éxito más bien escaso en su estreno. Escrita apenas un año después de la citada Rapsodia, abundan los temas rusos y los cambios de carácter tan queridos a su autor y ha sido justamente reivindicada con posterioridad.

Se la dejo una versión ilustre: la de Charles Dutoit con la Orquesta de Filadelfia, que era la favorita del compositor. Disfruten.