Es muy probable que el registro del Juan Bas más conocido de sus lectores sea el humorístico, ese punto destroyer de algunas de sus novelas en las que no deja títere con cabeza y se burla de todo. Y de todo significa literalmente de todo. Porque Bas ha hecho del humor negro y la exageración algo así como la marca de la casa. Sin embargo, en sus últimas novelas hay un cambio de registro. No falta ese toque humorístico que cada vez se centra más en sí mismo –en el sentido del personaje que narra– pero sí hay una mayor profundidad vital y literaria en sus planteamientos. Dicho de otra forma, se pone serio y sitúa al lector ante cosas que probablemente no le gusten, pero que están ahí. En la vida de los personajes y en la de cualquiera de nosotros.

En Una cuestión de alcohol, quien habla es alguien que lleva medio siglo bebiendo sin medida. Un tipo que vive de unas rentas no demasiado grandes y que no se dedica a nada más que beber, pasear y ver cine clásico. Al menos es así a juzgar por los comentarios y las citas que hace. Un personaje que denota su miedo a envejecer, a la soledad, a la insignificancia, al dolor.

La peripecia del protagonista es ficción pero reales son algunos de los rincones y personajes secundarios que pueblan sus páginas. A los lectores de El Correo les sonarán, además. La novela no está exenta de humor, como tampoco lo está de escenas de sexo –no tan salvajes como en Alacranes en su tinta– ni de toques de surrealismo. Pero sobre todo es un relato desolado sobre cómo el consumo descontrolado de alcohol termina por arruinarlo todo o casi todo. Y cómo a veces la vida conduce hacia ese descontrol.

(Publicado en elcorreo.com)