Françoise Sagan tenía solo 18 años cuando dio un aldabonazo en el mundo literario francés con Buenos días, tristeza. La frescura de su relato, cierta desinhibición, su buen manejo de las claves de la vida en la alta sociedad, sorprendieron a los lectores. A partir de ahí, Sagan –ella misma procedía de una familia muy acomodada– ejerció el periodismo, la literatura e incluso hizo incursiones en el cine dentro de la denominada Nouvelle Vague.
Seis años después de Buenos días, tristeza, Sagan publicó esta novela corta. El título es por lo menos extraño, ya que se refiere a una pregunta que un personaje hace a otro para invitarle a un concierto, pero ahí termina la presencia de Brahms en la novela. La historia que cuenta Sagan es la de una mujer que, situada ya en los 40 años, ha sido abandonada por su amante, aunque no de una manera definitiva.
Será precisamente a través de ese hombre como conozca a un joven de veintipocos que se obsesionará con ella y con quien iniciará una relación siempre a la sombra del amante anterior. Sagan realiza una sutil crítica social en una novela sin estridencias, sin grandes pasiones ni excesos narrativos de ningún tipo. Todo tiene una cierta apariencia de frialdad, de distancia con lo narrado, de relato notarial sobre una sociedad que está a punto de sufrir un gran cambio. Y ahí está el interés mayor de esta novela, en ese paisaje antes de la transformación que nos llevará hasta nuestro mundo actual.
(Publicado en elcorreo.com)