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César Coca

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Un libro cada semana: ‘El hijo del chófer’ de Jordi Amat

Hay personajes cuya personalidad es tan poliédrica y cuya peripecia vital tiene tantos aspectos diferentes y en apariencia contradictorios que más parecen creación de una mente calenturienta que realidad documentada. Alfons Quintà es sin duda uno de ellos.

Jordi Amat ha escrito su biografía con un ritmo que por momentos parece el de una novela. Desde su infancia, hijo del chófer de Josep Pla –lo que le permitió conocer a las personalidades más relevantes de la vida catalana del final del franquismo–, hasta su decadencia y final, con el asesinato de su expareja un minuto antes de suicidarse.

Quintà fue el periodista que destapó el caso Banca Catalana; el azote de Jordi Pujol, quien hizo una maniobra genial: le encargó poner en marcha la televisión pública catalana. Se aseguró así tenerlo de su lado y, a la vez, conseguía montar una cadena moderna y competitiva que muy pronto consiguió el liderazgo de la audiencia.

Pero ‘el hijo del chófer’ tenía una personalidad rayana en la esquizofrenia. Disponía de las mejores fuentes, pero las atosigaba y no renunciaba a la amenaza si era necesario. Se le ocurrían ideas geniales, pero era grosero (las escenas que Amat describe, con Quintà en cualquier restaurante bebiendo literalmente la sopa del plato y arrebatando la comida de sus compañeros de mesa, retratan a un personaje que era desbordante para todo), tiránico y egoísta en grado sumo. Hizo de la venganza uno de los ejes de su vida y aprovechó la laxitud de algunas normas para procurarse todos los caprichos. Baste con un ejemplo: las redactoras de los medios donde trabajó fueron sometidas a una persecución nada sutil. Luego contaba detalles de sus encuentros sexuales en reuniones y conversaciones de bar.

Tiempo después de que lo echaran de TV3 (pese a que había sido el mejor propagandista de Pujol, pero ya nadie lo soportaba), Quintà volvió a ser el azote del ‘molt honorable’.

Cuando fue ingresado en un hospital, gravemente enfermo, la mujer que lo había abandonado tras más de veinte años de convivencia, volvió para cuidarlo. Al regresar a casa, le dijo que ya había cumplido y se marchaba. Él cogió una escopeta y disparó sobre ella. Luego volvió el arma contra sí mismo. Era el año 2016. Amat cierra así un relato que podría ser tomado por una ficción si no fuera porque hay mucha gente, en la política y el periodismo, que conoció muy bien a Quintà.

(Publicado en elcorreo.com)