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César Coca

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Un país de desagradecidos

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Ha muerto Julián Marías, y lo ha hecho sin haber recibido apenas  reconocimiento oficial alguno. Ayer fueron muchos los líderes políticos y los dirigentes del mundo de la cultura que públicamente lamentaron su pérdida y hablaron del enorme valor de su obra. Pero todos olvidaban (y alguna responsabilidad habrán tenido) que no se le concedió ninguno de los grandes premios que en este país existen, si se exceptúa el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, que encima se lo dieron compartido (algo que, si no se trata de un equipo de trabajo, que no era el caso, siempre devalúa el premio, seamos claros). Repasemos la lista de los Cervantes: no daré nombres pero enseguida saltan a la vista unos cuantos cuya obra es sin duda inferior a la de Marías. Y qué decir de los Nacionales de Ensayo, que lo han ganado autores del todo prescindibles.
Lo que sucede en este país es que en el ámbito de la cultura (por no hablar de otros, que no viene al caso) se hacen demasiadas distinciones entre ‘los nuestros’ y ‘los otros’. Si alguien se adscribe a uno de los dos grupos, pasará por momentos poco brillantes cuando gobierne o controle los resortes privados de la cultura el otro, pero todo serán honores cuando lleguen los suyos al poder.
En cambio, cuando alguien preserva su independencia a toda costa, puede ocurrir que, por importante que sea su obra -y por reconocida que esté en el ámbito académico internacional, que exactamente ése era el caso del filósofo fallecido- el reconocimiento público le sea escatimado, no le llegue nunca, o lo haga demasiado tarde.
Éste es un país de desagradecidos, y los hay en las ‘dos Españas’. ¿Cómo pudo permitirse un país como éste, donde tampoco los grandes pensadores sobran, prescindir de Marías? Que lo hiciera el franquismo, cuyo interés por la cultura es conocido, mal, pero ¿y luego?
Por supuesto, no hablo sólo del Gobierno central y sus resortes de poder, algunos de ellos en grupos privados. Hablo también de los poderes locales. Otro día, si os parece, podríamos comentar lo que sucede en el País Vasco.
En cualquier caso, este ‘post’ es algo así como un desahogo. Se ha muerto Julián Marías y debería caérsenos, como país, la cara de vergüenza por el trato oficial que se le dio. Y que se le sigue dando. No hay más que ver hoy algunos periódicos.


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