Bach es uno de esos compositores a los que siempre hay que volver. No sé si es el más grande, como sostienen muchos, o si lo es Mozart. O Beethoven. Da igual. Cualquiera de los tres es un refugio seguro en los momentos malos, y un paraíso en los buenos. Bach no destacó de manera especial como violinista, o no tenía el grado de virtuosismo que mostraba en el órgano. Pero dejó un puñado de obras para ese instrumento que son de una gran calidad. Este Concierto BWV 1.041 es el primero de los tres que compuso para violín y orquesta y fue escrito en su época de Weimar, cuando trabajaba para la corte del príncipe Leopoldo en Anhalt-Cöthen. Allí tenía pocas obligaciones referidas a música religiosa -en contraste con lo que sucedió en el último cuarto de siglo de su vida, cuando estuvo obligado a producir obras litúrgicas a destajo para la parroquia de Leipzig- así que se dedicó a otros géneros. Uno de ellos fue el concierto en el modelo italiano, que sin duda él conocía. Porque la influencia de Vivaldi en esta obra no es menor, como la de Albinoni, aunque esta me parece menos evidente.
Estamos por tanto ante un concierto típicamente barroco, que en este caso se compone de material original -como tantos compositores barrocos, reciclaba con frecuencia temas, incluso movimientos completos, pasándolos de unas obras a otras con ligeros cambios en la orquestación- y que es de una energía y belleza enormes. Se lo dejo en la versión de Julia Fischer, que lo grabó hace diez años con la St. Martin in the Fields, en el doble papel de solista y directora. Aquí asume solo el papel solista. Disfruten.