«El infierno son los otros», escribió Jean Paul Sartre. Y los otros son más infierno cuanto más cerca están. Lo prueba Luis Landero en su última novela: Lluvia fina. No hay aquí ningún personaje pícaro, como el peluquero de La vida negociable, ni un adolescente llegado del pueblo que se inicia a la vida en el Madrid de los primeros años sesenta, como en El balcón en invierno. No se encuentra tampoco el recurso a ese humor inteligente y siempre tierno del que suele hacer gala el autor extremeño. Lluvia fina empieza como una novela ligera tras una nota que ya suena grave, la de que los relatos nunca son del todo inocentes y que las palabras, todas, contienen siempre una amenaza.
El punto de partida es algo tan cotidiano como la celebración del cumpleaños de Sonia. Cumple 80 y su hijo Gabriel, el más pequeño de la descendencia, quiere organizar una comida con Sonia y Andrea, sus hermanas. También irá Aurora, la esposa de Gabriel. Andrea sigue soltera y el primer problema es a cuenta de Sonia, que se divorció años atrás de Horacio y ahora sale con Roberto. ¿Deben ir ambos, puesto que Horacio es el padre de las hijas de Sonia y Roberto su novio actual o solo uno de los dos, o ninguno? Todo parecía en paz hasta que esa cuestión tan simple destapa la caja de los truenos.
Aurora, quien mejor sabe escuchar de todos los personajes del relato, habla con unos y con otros, que con la disculpa de explicarle quién debe ir o no a la comida le van contando episodios del pasado. Y así, mientras renacen viejos rencores, ella –y el lector– se van enterando de cómo murió Gabriel, el padre que contaba historias fantásticas que fascinaban a los hijos, y quedó al frente de la familia una madre pesimista que fue truncando los sueños de su familia. A Sonia la arrojó siendo aún adolescente en brazos de Horacio, de quien estaba enamorada Andrea; a ambas hijas las obligó a dejar sus estudios para atender un pequeño y semirruinoso negocio de mercería; y con su actitud sembró una discordia de la que ahora recoge una abundante cosecha. Al ir oyendo esas historias, Aurora descubre aspectos terribles del pasado en todas sus versiones, a cual más miserable.
Landero hurga en el ámbito más íntimo de las personas, su vida familiar, y lo que encuentra y nos muestra es un conjunto de vidas que se han perdido en el sumidero de la frustración y el rencor. Lluvia fina es una novela afilada como un bisturí que va adentrándose en el tejido hasta llegar a lo más profundo y hallar el foco de la podredumbre. Una maravillosa y amarga novela.
(Publicado en elcorreo.com)