La novela negra está viviendo una temporada excepcional en Euskadi. En primer lugar, porque ocupa los primeros puestos en las listas de ventas desde hace tiempo. Y en segundo, y quizá más importante, porque lo ha conseguido con autores autóctonos. Autores que, en castellano y euskera, se mueven con solvencia en el mundo turbio de los crímenes y la delincuencia y que han creado personajes de policías creíbles, complejos y muy interesantes para los lectores.
Javier Sagastiberri era ahora hace un año un autor novel que llegaba a las librerías con una novela policial ambientada en Bilbao y su entorno. Estaba protagonizada por dos ertzainas guipuzcoanas (Arantza Rentería e Itizar Elcoro) que tenían que soportar las bromas de sus colegas vizcaínos en los días previos a una final de Copa en la que jugaba el Athletic. La novela se adentraba en el submundo de una cierta decadente burguesía de la margen derecha.
Pues bien, justo doce meses después llega la segunda entrega de Sagastiberri con las mismas dos agentes de la Policía vasca, que ahora deben investigar el asesinato de un marine, que aparece muerto en la playa de Azkorri. Un marine o, como pronto se descubre, un vecino de la zona que lleva un uniforme de ese cuerpo militar estadounidense. De nuevo, las dos agentes se ven enfrentadas a un caso en el que hay negocios turbios y personajes muy poco recomendables. En realidad, dos casos, porque en mitad de la investigación las dos policías deben dedicarse durante unos días a lo que a primera vista parece un crimen familiar por una herencia…
Escenarios conocidos, personajes que se hacen familiares, buen ritmo y situaciones al límite para las protagonistas… El autor muestra sus cartas, sin olvidar a un secundario de la primera entrega, un oficial de la Guardia Civil que gustaba –mucho– a una de las ertzainas y que reaparece poniendo una ligera nota amorosa en el relato.
(Publicado en elcorreo.com)