Eugène Ysaÿe es un compositor muy apreciado por los violinistas de todo el mundo y poco escuchado por aquí salvo en algunos ciclos de música de cámara o en recitales. Me atrevo a asegurar incluso que en las tiendas de discos (sí, quedan algunas) no es frecuente encontrar grabaciones de obras suyas. Los CDs que se ven en los anaqueles son contados, si se ven.
Probablemente pasa eso con Ysaÿe porque la figura del intérprete-compositor, que tanto juego dio en el siglo XIX, quedaba un poco anacrónica en el XX. Y porque su estilo compositivo queda alejado de las vanguardias de las primeras décadas del siglo pasado. Dicho de otra manera, la celebridad que alcanzó como intérprete fue enorme, hasta el extremo de que dos de las mejores obras para su instrumento de todo el repertorio fueron escritas para él (la Sonata de Franck, recuerden a Proust, y el Poème de Chausson), pero terminó por eclipsar su faceta creativa. Sin embargo, el oyente se asombra al escuchar su obra. Ysaÿe era un excelente compositor para el violín, que había tenido grandes maestros, Vieuxtemps y Wieniawski, y que fue amigo y colaborador de los más grandes de su tiempo. Sin duda, aprendió de todos ellos. Y también tomó como modelo nada menos que a Bach. Por eso, su ciclo principal es una colección de seis sonatas para violín solo, donde los homenajes al músico de Eisenach son muy evidentes.
Les dejo el primer movimiento de la Sonata Nº 2, dedicada a Jacques Thibaud (que nació por aquí cerca, en Burdeos), y que se subtitula, el movimiento, Obsesión. Se lo dejo en esta hermosa versión de Arabella Steinbacher. Disfruten.